TAILANDIA
Bueno continuamos con el viaje, Ayutthaya. Poco a poco vamos entrando en las antiguas ciudades del Reino de Siam. Aquí los coloridos templos de Bangkok se tornan en templos de piedra, más ruinosos y a su vez más auténticos, budas rodeados de raíces de árboles y lianas, teniendo la sensación que Indiana Jones puede aparecer de un momento a otro. Esta ciudad tiene templos con aire más Camboyano que Tailandés, que a mi personalmente me gustan más. Por aquí cerca se visita el famoso puente sobre el río Kwai, cementerios de la segunda guerra mundial y reconstrucciones de centros de concentración, ya que en la segunda guerra mundial el ejército japonés anduvo por aquí. Por la zona del río Kwai probé camarones vivos y recién pescados (con unas pocas especias); era gracioso notar como te saltaban en el paladar o por la cara cuando te acercabas la cuchara a la boca… pero la verdad que estaba asqueroso. De aquí nos dirigimos a Sukhotai, parando en Lopburi, en el templo Prang Sam Yod, famoso por la cantidad de monos que viven en él, igual que pedro por su casa. Sukhthai es un conjunto monumental declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, y que además es considerado como la cuna de la civilización Tailandesa. Es difícil de describir, pero es bonito para ver, bonito para perderse entre los budas y para pasear entre los templos en ruinas. Es uno de estos lugares donde se respira tranquilidad, donde uno podría pasar horas sentado en la hierba viendo pasar las nubes en el cielo.
Esa tarde, cuando íbamos hacia el hotel, tuve uno de esos momentos difíciles de olvidar. Poco a poco caía el sol, los colores perdían fuerza y daban al ambiente una intensidad que me hacían sentir cómodo, ayudándome a evadirme de todo lo que me rodeaba.
Pero el viaje continuaba, poco a poco íbamos llegando a la frontera con Laos y Birmania, el llamado triangulo del oro. Para visitar esta zona nos quedamos en la ciudad de Chiang Rai, una pequeña ciudad donde se respiraba más tranquilidad que en Bangkok, con sus pequeños templos y sus mercados de comida donde monjes vestidos de naranja se mezclan con los locales de la ciudad. Desde aquí visitamos el poblado de las mujeres jirafa, lo que a mí me pareció tener un encanto especial. Me hace gracia cierta gente que dice, bah, no me gusto por que era muy turístico, vamos a ver listillo/a, estás en Tailandia, para irte a ver algo exótico échale huevos y vete a Vietnam, China o Laos, en Tailandia viven del turismo, y este pueblo vive del turismo también. De todas maneras no solo existen las mujeres jirafa, nosotros visitamos un par de tribus más. Una de ellas se encontraba en la orilla de un río, a una hora de navegación a través de la selva. Este pueblo si que me pareció un engaño y me enfade con la guía ya que no había más que niños que hablaban en todos los idiomas vendiendo cosas e incluso un bar. Le dije a la guía que si me llevaba a tribus, me llevase a tribus de verdad, que llevaba varias cosas para darles y se las quería dar a gente que las necesitase de verdad.
Entonces nos llevó a una tribu que se encontraba en las montañas que hacían frontera con Birmania, donde se notaba cierta tensión ya que ambos países no se llevan muy bien. Además en esta zona se encuentran las plantaciones de opio, por lo tanto la presencia del ejército se hacía notar más de lo normal. Cuando llegamos al pueblo, la gente se escondía, a diferencia del otro lugar, no estaban muy acostumbrados a ver forasteros. Nos enseñaron sus casas, los niños se te agarraban de la mano, en ningún momento te pedían nada y cuando les intentabas dar algo, parecía que les daba vergüenza cogerlo. De este lugar es de donde tengo uno de los mejores recuerdos del viaje. Cuando nos dirigíamos a Chiang Rai, dejando la tribu, me quede blanco cuando un campesino nos adelanto en moto con una metralleta colgada al hombro... Ya en la ciudad intenté pegarme un masaje thai, digo intenté porque cuando entré a "la casa de masajes" cuando veo un escaparate lleno de chicas, todas más jóvenes que yo con un número en el pecho. Al final me fui a la piscina del hotel a relajarme un poco.
La última parada del viaje fue en Chiang Mai, la segunda ciudad del país en importancia. Me dediqué a visitar la ciudad poco a poco, sin prisa, a hacer cosas un poco fuera de lo común. Una tarde me fui a ver el zoo de la ciudad que parecía que de la jaula de los leones iba a parecer algún dinosaurio. Después cogí un taxi común, es decir, una furgoneta que cuando se llena, sale y el conductor va parando donde cada uno se quiere bajar. Yo me bajé en un templo cuando la noche empezaba a caer. Llegue en el momento cuando todos los monjes estaban rezando, entonces me senté sigilosamente en la parte trasera del templo y pude disfrutar de aquel especial momento. Cuando acabaron salí fuera, a un lugar con mesas donde algunos monjes se sientan esperando que algún extranjero se siente con ellos para practicar su inglés, y por mi parte, conocer algo más de su forma de vida. Para finalizar el viaje, el mercado más grande de Tailandia, el mercado nocturno de Chiang Mai, donde me tuve que comprar otra maleta para meter todas las cosas que había comprado... En definitiva, un país bonito y fácil de ver.
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